Periodistas más avezados y con mayor experiencia que el autor de este blog lo habían anticipado con claridad, un día después de la muerte de Nestor Kirchner: “van a tardar no más de una semana en volver a la carga contra Cristina pero ahora van a ir por todo”.
Se referían, claro está, a los opositores-destructores y a la prensa hegemónica. Y no se confundieron ni por un milímetro. Luego de un aparente y mentiroso “recogimiento” en la semana posterior a la desaparición de Néstor Kirchner, han vuelto al escenario con una carga de odio y rencor pocas veces visto. Se acabó el duelo. Se acabó el comportamiento decoroso a medias y los silencios enigmáticos o hasta cargados de significado. Se han lanzado al ruedo como jauría desenfrenada con el objetivo más que claro: desgastar a Cristina Fernández y evitar una segunda postulación presidencial.
Si uno presta atención a los libelos que escriben las plumas más enjundiosas de la prensa opositora, advertirá que no hay intención de evitar que concluya su mandato, como sí se podía leer o avizorar aunque sea a medias hasta antes del fallecimiento del ex presidente. Ahora saben que hay que cambiar parte de la estrategia y entonces, escudándose en un falso humanismo condolido, opinan, reflexionan, consideran, estiman (por utilizar términos parecidos) que “lo mejor es que Cristina termine su mandato y se vuelva a su casa”. No se trata de echarla de Balcarce 50, sino de evitar que sea otra vez candidata a la presidencia porque saben que, entonces, el triunfo del Frente para la Victoria será no solo inexorable sino también abrumador.
Para el ejemplo bastan algunas muestras: artículos como los de Luis Majul hoy en La Nación, el de Alfredo Leuco el 5 de noviembre último en Perfil.com, el de Beatriz Sarlo del lunes pasado en La Nación son clarísimos en ese sentido. Sumémosle a ellos declaraciones como las de Chiche Duhalde hoy por la mañana (“ahora que se dedique a gobernar”), de Elisa Carrió asegurando que ve “un futuro mejor para la Argentina” o de Oscar Ahuad hace pocas horas diciendo que “vamos a seguir oponiéndonos a este gobierno” suman agua para ese molino cargado de ignominia.
Párrafo aparte para Carrió: en los 5 o 6 días posteriores a la muerte de Néstor Kirchner mantuvo un silencio que, aunque sorprendió, fue preferible antes que la catarata de hipocresía que desbordó a la masa opositora , vivando a quien horas antes había execrado. Pero cuando abrió la boca volvió a vomitar su veneno y su odio incontenibles. Aquella frase de “veo un futuro mejor para la Argentina” resume claramente su catadura moral. Con esas palabras expresó todo lo que sintió y vivió durante las horas inmediatamente posteriores al 27 de octubre último. Quien avizora futuros mejores tras la muerte de alguien, no puede menos que haber sentido satisfacción y hasta alegría por esa muerte. Y quien celebra o asimila un orgasmo con la muerte ajena no puede ser sino alguien que ha perdido toda capacidad de raciocinio.
En este escenario se mueve hoy día un sector de la dirigencia política argentina. Un revivir del gorilismo mas profundo y rancio se puede ver y escuchar de manera cotidiana. Pero aún así, con este panorama, la correlación de fuerzas no es ni les será favorable. Si el gorilaje del “viva el cáncer” terminó por consolidar a millones en su sentimiento de pertenencia peronista en los 50 y las dos décadas posteriores, a pesar de las muertes, persecuciones y amordazamientos, el actual corre el sano riesgo de consumirse a si mismo, por caer una vez más en su histórica incapacidad de comprensión de los fenómenos sociales.
Marcelo Bartolome
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