Después del miércoles 28, todo se vuelve más claro. Aunque algunos piensen lo contrario, todo se vuelve más claro. Basta nomás con leer el terrorífico obituario que publicó Rosendo Fraga en la edición online de La Nación, menos de dos horas después de haber muerto Néstor Kirchner. En ese instante donde el dolor, la tristeza, la incógnita nos sobrecogía a todos, Fraga salió con los tapones de punta a marcar la cancha del conglomerado opositor-destructivo. A partir de ahí, y con un paréntesis que duró hasta el viernes, cuando Néstor fue sepultado en su Río Gallegos natal, todos los límites que se pudieran haber imaginado terminaron de vulnerarse, pero esta vez para siempre.
Desde entonces, sentí durante todos estos días una necesidad enorme de escribir, de volcar mis sensaciones, terciadas por las dudas y también algunas pocas certezas. Pero es tanto y tan bueno lo que pude leer y escuchar en diferentes blogs y medios alternativos, que me dije ¿qué voy a escribir, qué puedo escribir? ¿Cuánto puedo aportar desde mi mirada para afrontar este momento? Porque si lo que escribo no aporta al conjunto para contribuir a una mirada más abarcadora, entonces no tiene mayor sentido hacerlo.
Vuelvo al principio, entonces. Después de la extraordinaria manifestación popular en Plaza de Mayo para despedir al ex presidente, la claridad de la que hablaba es tan cegadora, tan consistente, tan inocultable, que el escenario que se plantea de ahora en más incorpora a un actor que hasta entonces estuvo invisibilizado. Por los medios hegemónicos primero, que fieles a su propia historia, aborrecieron desde sus páginas y ondas de todo lo que huela apenas a movilización popular. Pero, además, por la propia inercia de la temporalidad de los hechos. Ninguno, absolutamente ninguno de los millones que se movilizaron física y emocionalmente a lo largo de todo el país, salió de debajo de una baldosa. No surgieron de manera espontánea como los hongos después de la lluvia. Estuvieron siempre. Más o menos convencidos, más o menos comprometidos, más o menos agradecidos. Con sus convicciones guardadas o a flor de piel. No importa cómo, siempre estuvieron. Solo que en esta ocasión tuvieron un motivo contundente que los impulsó a salir a las calles, las plazas, las avenidas, para dar testimonio de su gratitud a quien les devolvió algo, poco o mucho, de lo que le habían quitado. Y sobre todo, a encontrarse con ellos mismos, a ubicarse en un lugar mucho más visible y consustanciado de la escena política. Ya lo saben, ya tienen claro que no son convidados de piedra. Se asumieron de manera irreversible como actores fundamentales del proceso que se abre de ahora en más y que de ningún modo supone modificaciones en el rumbo elegido ni en el proyecto de país en marcha. Y saben que sin ellos el tránsito por el camino que lleve a diciembre de 2011 será mucho más difícil. (Escribo esto mientras veo y escucho a Cristina en Córdoba, en su primer acto tras la muerte de Néstor y su entereza y solidez me ratifica una vez más en mis convicciones. Ahora también, en Córdoba, son miles y miles los que fueron al acto para respaldar y decirle a la presidenta, nuestra presidenta, que no está sola, que ellos la acompañan, que sin ellos todo será diferente, que puede contar con ellos. Igual que hace casi una semana)
Creo entonces que el mejor argumento para combatir el discurso destructivo de la oposición que todo lo corroe, pudre y envilece, es la fotografía que congela para la memoria a los millones que colmaron las calles en la despedida a Néstor.
Que también fue, que no quepan dudas, un claro acto de respaldo a Cristina. En ambos casos, significa también un apoyo abrumador al modelo de país iniciado en mayo de 2003. Un acto bifronte que englobó el dolor de la despedida y la fortaleza de la presencia activa que supone decir con todas las ganas ¡aquí estamos! No hace falta otra cosa para discutir y combatir a quienes a todo se oponen y todo les molesta. A quienes no vacilaron en hacer jirones el cuerpo aun tibio de Néstor preparándose para hacer lo mismo con Cristina y su gobierno. A quienes piensan, con una inmensa ignorancia, que el tiempo del kirchnerismo acabó definitivamente. A quienes están agazapados pero visibles, esperando para dar un zarpazo sobre las conquistas obtenidas.
Esa fotografía deja además al descubierto la magnitud de la mentira y el ocultamiento de los grandes medios. La sucesión de imágenes que se vieron por la tele, de manera ininterrumpida, durante estos últimos 5 días, que repasó los hitos del gobierno de Néstor y la despedida que le tributó el pueblo en las calles, ha calado de manera profunda, no tengo dudas, en el subconsciente de millones que por estas horas han advertido de golpe, abruptamente, que el país real se da de bruces con el país que inventaron durante los últimos 3 años los medios hegemónicos. Y esta es la razón por la cual sostengo que ahora todo está definitivamente más claro que hasta el 26 de octubre. El 27, con la muerte del flaco, el país real, el ocultado e ignorado por esos medios, descorrió el velo de la mentira y la mendacidad. Cuando el pueblo habla en las calles tiene sentencias lapidarias y sin posibilidad de apelaciones. Pasó hace casi 10 años con la caída del modelo neoliberal con su cuota de muertos y excluidos. Y ocurre ahora, con una sentencia absoluta: no hay posibilidad alguna de modificar el rumbo. Deberá ser este un elemento que los buitres políticos y mediáticos deberán tomar seriamente en cuenta si no quieren que el país vuelva a ser la tumba de los sueños e ilusiones de millones de argentinos.
Marcelo Bartolomé
ESCUCHAR
1 comentario:
Hola Marcelo:
Quizá nos recuerdes, Norberto y Gabriela, amigos tuyos desde Vancouver, Canada.
Mi esposo y yo siempre te recordamos con afecto y con admiración por tu perfil periodístico.
Te enviamos un gran abrazo y nos congratulamos de haber encontrado tu blog.
Con afecto,
Gabriela Rodríguez de Ginzburg y
Norberto Rafael Ginzburg
norbert@shaw.ca
gabyginzburg@shaw.ca
Publicar un comentario