lunes, 15 de noviembre de 2010

SE ACABO

“Y ahora, qué van hacer con los suplementos de economía La Nación y Clarín? ¿A que se van a dedicar después de este anuncio?”.
La pregunta, plagada de ironía pero que resumía una inocultable satisfacción, me la transmitía por  teléfono un colega, compañero de trabajo y  secretario de redacción de un diario, una hora antes de que Cristina anunciara la renegociación de la deuda con el Club de París, sin la participación del FMI. 

A ver. No es un simple anuncio ni una medida de gobierno intrascendente. Es lisa y llanamente la complementación final  de la política de desendeudamiento iniciada por el ex presidente Néstor Kirchner en el 2005. Se cierra un círculo que estuvo plagado de dificultades y contratiempos, desde que el ilustre puntano Rodríguez Saa  defaulteara alegremente la deuda externa, en los calientes y dolorosos días de diciembre de 2001.

Más que una repetición de la historia, es una maravillosa continuidad que pone de manifiesto una vez más la coherencia  plasmada entre el dicho y el hecho. En la presidencia de Néstor Kirchner, un canje de deuda exitoso y la cancelación de la deuda con el FMI. En este gobierno de Cristina, un canje de deuda exitoso y la cancelación de la deuda con el Club de París.  No son coincidencias. Son consecuencias, que no es poco.

Con este anuncio, la Argentina se libera definitivamente de una verdadera mochila de plomo. Y constituye el broche de oro para una política que cosechó resultados positivos desde que se comenzó a poner en práctica contra viento y marea. Quedan simplemente intereses devengados por emisión de bonos con anterioridad al default pero que en términos comparativos poseen un peso definitivamente menor en relación con el PBI que las deudas saldadas. 

Esta medida, además, termina con uno de los negociados más fabulosos de que se tenga memoria en la Argentina. Desde la dictadura militar para acá, nuestro país no hizo sino hundirse en el abismo cenagoso de la toma de deuda, condenando a generaciones enteras a la ignominia de deber dinero que jamás había tomado prestado. Era el nuestro un país donde cada niño, por el simple hecho de nacer, contraía una deuda de miles de dólares gracias a los desaguisados de gobiernos cuyos funcionarios  profundizaron la condena de la deuda impagable. Los exégetas del libre mercado, que permanentemente reclamaron a Néstor Kirchner y Cristina Fernández un alineamiento a ultranza con las políticas que nos llevaron al desastre, que insistieron hasta decir basta con el respeto al FMI y otros organismos similares, que condenaron hasta quedarse sin voz esta política de levantar las deudas que no habían contraído los actuales gobernantes, se quedan desde ahora, sin argumento posible. Se quedan huérfanos de legitimidad para seguir reclamando y exigiendo.  Las décadas durante las cuales lucraron venalmente con las deudas acumuladas, actuando como voceros impunes de nuestros acreedores, muchos de ellos ilegítimos, han concluido desde ahora y para siempre. No les queda entonces margen para la elaboración de argumentos que se sostengan por sí mismos. Esa misma carencia discursiva los llevará (lo vamos a ver dentro de pocas horas más en primeras planas y páginas interiores de los diarios hegemónicos o casi, , en las pantallas de televisión y escuchar en las emisoras de radio) a plantear lamentos y críticas con las que procuraran ocultar el odio y la desazón, al mismo tiempo, que les provocará saber que no habrá de ahora en más beneficios posibles por cada centímetro publicado, por cada minuto de aire utilizado en defensa de los intereses que sojuzgaron implacablemente a la Argentina. 

Por eso, mi querido colega y compañero de trabajo, tiene razón cuando se pregunta adónde irán ahora los suplementos y páginas de economía de La Nación y Clarín, pero también de Ámbito Financiero, del  Cronista, de Perfil, de La Prensa, que tanto escribieron sobre lo que debíamos hacer para reinsertarnos en el mundo.  Se acabó. Definitivamente. Ahora empezará otro capítulo que, no tengo dudas, marcará mucho más claramente la profundización de este modelo

5 comentarios:

Javier dijo...

Siempre encintrarn la forma de servir a su mandantes , yo me preguntaba que seria de la viuda de Bonelli si Argentina le pagaba al FMI y los echaba a la mierda opara siemore del pais ( llegaron a tener una oficina de virrey dentro del BCRA una ofrenda a nuestra sioberania nacional ). Bonelli vivio 2 años inventado que decias las cartas de intencion y el staff del madito FMI , y yo decia le scan el FMI y el tipo no existe no sabe hacer otra cosa . Pero Magnetto lo metio en el noticiero policial del monopolio para que todas las mañanas los argentinos se despiierten con terror a la inseguridad y la inflacion . Sin FMI encointraron la forma de seguir asustando al pueblo argentino con fantasmas

Un abrazo

HUINCA dijo...

Por fin el Club de Paris, sólo será el Paris St Germain! (o el Racing de Paris...)
Abrazo

Marcelo Bartolome dijo...

Nada nunca alcanza para esos personajes. Hoy, en La Nación, Carlos Pagni firma una columna de opinión titulada "Impacto Engañoso". Y los demas voceros del establishment ya estan buscandole la quinta pata al gato. Como Boudou dijo que el pago no se hará en menos de un año, ahora sostienen que contradijo a la presidenta. Siempre van a encontrar una veta para la condena. En cuanto al post de Huinca, ¡muy original la analogía!
Abrazos para todos

HUINCA dijo...

no hay que sorprenderse... Hay que entender una cosa. Lo que es bueno para nosotros, es malo para ellos. Somos el enemigo, como venimos siéndolo desde el nacimiento de este país. Si queremos que estén contentos, estamos fritos. Hay que ser realista, cuánto más protesten, señal que cabalgamos. Pero además sin culpa, son una minoría parásita y ná' más. Y en la medida que eduquemos, sin dar un paso atrás, en unos años -décadas tal vez- esas voces sólo serán marginales. Pero hay que ser firmes; cada paso para atrás, que dura un instante el darlo, significan años de intentar restañar.
Abrazo

Marcelo Bartolome dijo...

Absolutamente de acuerdo Huinca. Absolutamente. Y el discurso de hace un ratito de Cristina en el Luna Park va justamente en ese sentido: profundizar, no modificar el camino, dar pasos firmes para seguir construyendo. Gracias por la reflexión. Abrazo compañero!