Asistimos hoy a uno de los ejercicios de hipocresía más tremendos de los que se tenga memoria. Por lo menos yo, no recuerdo un episodio de estas características en los 27 años que llevamos de retorno al sistema democrático.
El senado votó por unanimidad una declaración de repudio a los ataques contra la libertad de expresión. Es el corolario de la presencia, esta mañana en el senado, de presuntos periodistas independientes como Joaquín Morales Solá y Magdalena Ruiz Guiñazú entre otros, pidiéndoles a los legisladores que los respalden y protejan de lo que consideran son ataques contra la libertad de expresión.
El famoso afiche sin firma que pone las fotos de los empleados más renombrados del grupo Clarin (ahora sí me resisto a llamarlos periodistas) fue el disparador de los reclamos. Estos voceros rentados de intereses ajenos atribuyen esta movida al gobierno, pero lo hacen sin pruebas ni elementos sustentables. Y además se manifestaron preocupados (yo diría asustados) por el simbólico juicio popular que mañana las Madres de Plaza de Mayo realizarán contra ese grupete de repetidores de consignas, cuyo único efecto será nada más que simbólico y que no les hará perder ni un centavo de sus salarios ni un segundo de aire o centímetro de columna en los medios en los que trabajan.
Los senadores en bloque salieron prestos a vociferar en contra de lo que los propios medios en cuestión califican de “escrache”, “linchamiento”, “enjuiciamiento” “ataques” y exabruptos por el estilo (ver www.marcelobartolome.wordpress.com – “El lenguaje de los medios y la crispación”). Hubo, es cierto, algunas voces oficialistas, que salieron a reclamar no atribuirle al gobierno una maniobra de semejantes características y menos aún sin pruebas objetivas y basándose solo en subjetividades. Pero al final, todos se aunaron para respaldar a esos sujetos, escudándose en un genérico respaldo a la libertad de expresión.
Un comportamiento de hipocresía inconcebible, injustificable y que no puede ser pasado por alto, por lo menos por quien esto escribe. Porque esos mismos legisladores no tuvieron una actitud semejante frente a verdaderos ataques a la libertad de expresión contra periodistas comprometidos con sus ideas como los que fueron despedidos por el grupo Vila Manzano en Rosario, o los cientos de trabajadores que fueron amedrentados por sus patronales durante la discusión previa a la votación de la Ley de Servicios Audiovisuales por no mantener ni repetir lo que las empresas para las que trabajan les ordenaban, por mencionar solo dos ejemplos recientes en el tiempo, pero que de ninguna manera excluyen a otros similares ocurridos en los últimos años.
Es inconcebible además, porque le extienden un manto de credibilidad y respeto a personajes que, desde la plataforma del periodismo, han hecho de la mentira, la descalificación, la tergiversación informativa, una práctica cotidiana. Y que en su mayoría trabaja en un medio cuya dueña esta trabando a como de lugar la prosecución de un juicio en su contra para develar la verdadera identidad de sus dos hijos adoptados de manera irregular durante la dictadura, de la que además fue cómplice. Muchos de ellos jamás han sido para mi ni compañeros de ruta ni colegas de profesión.
Otros de ese mismo grupo, quienes alguna vez estuvieron en ese lugar, han dejado de estar allí desde hace ya bastante tiempo. Ninguno de ellos ni de tantos otros que en diferentes lugares del país se comportan de la misma forma, tienen absolutamente nada que ver conmigo en el ejercicio del periodismo. Son los que hablan de respeto a la libertad de expresión pero entendida como el cercenamiento del derecho ciudadano a informarse verazmente
Razones más que suficientes para rechazar de plano semejante respaldo de parte de una de las cámaras que componen uno de los tres poderes de la Nación.
Marcelo Bartolomé
Bienvenidos. Este es simplemente un espacio para la reflexión y la exposición de opiniones sobre lo que nos ocurre en el país y en el mundo. Y aquí estamos de vuelta, después de tanto tiempo en silencio.Hay demasiadas cosas para decir mientras muchos otros callan. Trataremos de ventilarlas.
miércoles, 28 de abril de 2010
lunes, 26 de abril de 2010
ERNESTINA, LA ENTREGADORA
Un diario, cuya dueña está fuertemente sospechada de apoderarse indebidamente de dos chicos (hoy maduros) presuntamente víctimas del terrorismo de estado no cuenta con la debida credibilidad para instalar temas lanzados, apuntados contra el estado y su gobierno al que acusa de librar una batalla particular en su contra.
Ver las tapas de las ediciones del último año y medio del diario es la mejor prueba, irrefutable por cierto, de que lo que se pretende es, a como de lugar y cada vez con menor (hoy casi sin ningún) respeto por las más elementales reglas que debieran conducir el ejercicio del periodismo, impedir que se desmorone el imperio que fueron construyendo a lo largo de los últimos 35 años.
Hoy es el gobierno actual, pero hagamos memoria, repasemos los archivos y veremos que los embates han sido siempre los mismos, quizás más sutiles, menos desembozados, pero con igual intención: conservar su poder y su hegemonía. No es entonces una pelea contra el kirchnerismo personalizado en un ex presidente y una presidenta, sino contra un proyecto que como ninguno cuestiona su poder a fondo.
En ocasiones anteriores, logró contener, evitar, presionar a los sectores que de manera muy débil, sin convicciones, pretendieron hacer lo mismo. Incluso descargó toda su artillería cuando vislumbraba que ese poder, su poder, podía ser puesto en tela de juicio. O cuando los intereses a los que responde históricamente entraban en una incipiente zona de riesgo, aún cuando no se advirtiera un ataque frontal. Sus maniobras tuvieron éxito y si era necesario empujar gobiernos, justificar muertes, silenciar o promover delitos, distorsionar e incluso mentir, no había reparos. Se hacía y se convencía de que estaba bien hecho.
Hoy, este grupo monopólico, ultraconcentrado y diversificado como pocos, enfrenta una situación que no previó ni en el peor escenario proyectado. Ahora debe vérselas con un panorama en el que los tiempos se le acortan de manera acelerada. Sabe que más temprano que tarde todo el castillo se desmoronará sin contemplaciones. Ante ello, pone en práctica lo que cualquier persona hace cuando ve que el final es casi irreversible: da manotazos de ahogado a diestra y siniestra. Busca desesperadamente un golpe de efecto que le permita revertir, aunque sea en parte, el escenario adverso.
Y en esa práctica no titubea, no duda ni vacila en exponer a las propias víctimas de una situación de la que, en principio no son culpables: los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Marcela y Felipe, a quienes se presenta de manera permanente como un preciado tesoro, son entregados como prenda de cambio y utilizados como herramienta innoble (permítaseme la verbigracia) en el campo de batalla donde la derrota es solo cuestión de tiempo.
La Noble Ernestina no solo busca desesperadamente evitar la caída estrepitosa de su imperio. Busca salvar su propio pellejo, su figura de carne y hueso, porque sabe que el resultado final no será gravoso para Marcela y Felipe sino para ella. Porque tras revelarse las identidades verdaderas de sus hijos adoptivos, deberá hacerse cargo ante la justicia de los delitos cometidos para quedarse con esas dos personas. Un panorama que le tiene reservado no menos de 10 años de cárcel. Y ante semejante alternativa no dudó ni un instante en exponer a sus hijos adoptivos en una solicitada que ellos simplemente firmaron (porque está clarísimo que ni la escribieron ni diseñaron) y, como frutilla del postre, ante las cámaras de Canal 13 y TN, en una manifestación de presión descalificadora y que desvirtúa por completo cualquier atisbo de cariño hacia ellos. La Noble Herrera juega con sus hijos como en una ruleta rusa, pensando que puede obtener algún rédito que la libre de lo que el destino le tiene inexorablemente deparado.
Al exponerlos públicamente, Ernestina está pidiendo a un sector de la sociedad un acto de piedad no hacia ellos, víctimas absolutas de toda esta penosa situación, sino hacia su propia persona. “Mírenlos, ellos son capaces de humanizarme, de concederme la credibilidad de la que carezco, de incidir en el costado sensible que toda persona tiene, aun bajo 7 capas de piel, para que observe lo que me ocurre con un poco más de caridad. Para que les digan con sus voces y sus gestos lo que no me creen a mi. Se los entrego con la esperanza de salvarme, porque yo ya los he salvado a ellos”. La indignidad llevada hacia los extramuros de la condición humana.
Esta actitud de esa mujer y todo su emporio, cuenta con el respaldo explícito no solo de su cuerpo de abogados y asesores sino de los empleados a sueldos (exorbitantes por otra parte) que le hacen el coro día tras día en los medios de su propiedad. En principio son todos y cada uno de los personajes que aparecen con foto incluída en el famoso afiche de la discordia y que se autodenominan periodistas independientes, a los que habría que agregar otra cantidad no menor de anónimos que seguramente colaboran de manera decidida en esta batalla con tal de salvar un empleo y un salario. Todos ellos saben que cuando sobrevenga la caída, también sufrirán las consecuencias inapelables. No habrá lugar para las elaboraciones discursivas en las páginas de sus publicaciones, en las pantallas de sus canales ni a través de sus radios. El crédito se habrá acabado junto con ellos. Hoy mismo, con la caída de las ventas y los niveles de audiencia, están gastando a cuenta lo poco que queda de ese cheque en blanco del que dispusieron durante tantas décadas.
Con Ernestina presa nada será igual. El emporio se salva únicamente con la impunidad que otorga el poder. Ellos lo saben. Pero lo que no saben es cómo recomponerse el día después. Tampoco saben que ese día marcará el final inapelable que impide cualquier tipo de reacomodamiento. El poder que les dio impunidad los hizo sentirse semidioses, a salvo de cualquier penuria terrenal. A Icaro le pasó exactamente lo mismo, y no hubo Dios del Olimpo que lo salvara. A ellos tampoco.
Marcelo Bartolomé
Ver las tapas de las ediciones del último año y medio del diario es la mejor prueba, irrefutable por cierto, de que lo que se pretende es, a como de lugar y cada vez con menor (hoy casi sin ningún) respeto por las más elementales reglas que debieran conducir el ejercicio del periodismo, impedir que se desmorone el imperio que fueron construyendo a lo largo de los últimos 35 años.
Hoy es el gobierno actual, pero hagamos memoria, repasemos los archivos y veremos que los embates han sido siempre los mismos, quizás más sutiles, menos desembozados, pero con igual intención: conservar su poder y su hegemonía. No es entonces una pelea contra el kirchnerismo personalizado en un ex presidente y una presidenta, sino contra un proyecto que como ninguno cuestiona su poder a fondo.
En ocasiones anteriores, logró contener, evitar, presionar a los sectores que de manera muy débil, sin convicciones, pretendieron hacer lo mismo. Incluso descargó toda su artillería cuando vislumbraba que ese poder, su poder, podía ser puesto en tela de juicio. O cuando los intereses a los que responde históricamente entraban en una incipiente zona de riesgo, aún cuando no se advirtiera un ataque frontal. Sus maniobras tuvieron éxito y si era necesario empujar gobiernos, justificar muertes, silenciar o promover delitos, distorsionar e incluso mentir, no había reparos. Se hacía y se convencía de que estaba bien hecho.
Hoy, este grupo monopólico, ultraconcentrado y diversificado como pocos, enfrenta una situación que no previó ni en el peor escenario proyectado. Ahora debe vérselas con un panorama en el que los tiempos se le acortan de manera acelerada. Sabe que más temprano que tarde todo el castillo se desmoronará sin contemplaciones. Ante ello, pone en práctica lo que cualquier persona hace cuando ve que el final es casi irreversible: da manotazos de ahogado a diestra y siniestra. Busca desesperadamente un golpe de efecto que le permita revertir, aunque sea en parte, el escenario adverso.
Y en esa práctica no titubea, no duda ni vacila en exponer a las propias víctimas de una situación de la que, en principio no son culpables: los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Marcela y Felipe, a quienes se presenta de manera permanente como un preciado tesoro, son entregados como prenda de cambio y utilizados como herramienta innoble (permítaseme la verbigracia) en el campo de batalla donde la derrota es solo cuestión de tiempo.
La Noble Ernestina no solo busca desesperadamente evitar la caída estrepitosa de su imperio. Busca salvar su propio pellejo, su figura de carne y hueso, porque sabe que el resultado final no será gravoso para Marcela y Felipe sino para ella. Porque tras revelarse las identidades verdaderas de sus hijos adoptivos, deberá hacerse cargo ante la justicia de los delitos cometidos para quedarse con esas dos personas. Un panorama que le tiene reservado no menos de 10 años de cárcel. Y ante semejante alternativa no dudó ni un instante en exponer a sus hijos adoptivos en una solicitada que ellos simplemente firmaron (porque está clarísimo que ni la escribieron ni diseñaron) y, como frutilla del postre, ante las cámaras de Canal 13 y TN, en una manifestación de presión descalificadora y que desvirtúa por completo cualquier atisbo de cariño hacia ellos. La Noble Herrera juega con sus hijos como en una ruleta rusa, pensando que puede obtener algún rédito que la libre de lo que el destino le tiene inexorablemente deparado.
Al exponerlos públicamente, Ernestina está pidiendo a un sector de la sociedad un acto de piedad no hacia ellos, víctimas absolutas de toda esta penosa situación, sino hacia su propia persona. “Mírenlos, ellos son capaces de humanizarme, de concederme la credibilidad de la que carezco, de incidir en el costado sensible que toda persona tiene, aun bajo 7 capas de piel, para que observe lo que me ocurre con un poco más de caridad. Para que les digan con sus voces y sus gestos lo que no me creen a mi. Se los entrego con la esperanza de salvarme, porque yo ya los he salvado a ellos”. La indignidad llevada hacia los extramuros de la condición humana.
Esta actitud de esa mujer y todo su emporio, cuenta con el respaldo explícito no solo de su cuerpo de abogados y asesores sino de los empleados a sueldos (exorbitantes por otra parte) que le hacen el coro día tras día en los medios de su propiedad. En principio son todos y cada uno de los personajes que aparecen con foto incluída en el famoso afiche de la discordia y que se autodenominan periodistas independientes, a los que habría que agregar otra cantidad no menor de anónimos que seguramente colaboran de manera decidida en esta batalla con tal de salvar un empleo y un salario. Todos ellos saben que cuando sobrevenga la caída, también sufrirán las consecuencias inapelables. No habrá lugar para las elaboraciones discursivas en las páginas de sus publicaciones, en las pantallas de sus canales ni a través de sus radios. El crédito se habrá acabado junto con ellos. Hoy mismo, con la caída de las ventas y los niveles de audiencia, están gastando a cuenta lo poco que queda de ese cheque en blanco del que dispusieron durante tantas décadas.
Con Ernestina presa nada será igual. El emporio se salva únicamente con la impunidad que otorga el poder. Ellos lo saben. Pero lo que no saben es cómo recomponerse el día después. Tampoco saben que ese día marcará el final inapelable que impide cualquier tipo de reacomodamiento. El poder que les dio impunidad los hizo sentirse semidioses, a salvo de cualquier penuria terrenal. A Icaro le pasó exactamente lo mismo, y no hubo Dios del Olimpo que lo salvara. A ellos tampoco.
Marcelo Bartolomé
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martes, 20 de abril de 2010
DE BOLUDOS Y CAGATINTAS...
Mientras se multiplican las embestidas de los sectores exportadores para promover una suba del tipo de cambio, lo que equivale a una devaluación que terminará afectando otra vez el bolsillo de los trabajadores formales y no formales, los jubilados y los consumidores en general, vuelve a cobrar vigencia (en realidad nunca dejó de tenerla) la discusión en torno de las mediciones de la inflación que hace el INDEC.
En realidad ese reclamo está claramente atado a una polémica que se ha transformado en caballito de batalla de opositores y economistas ultra ortodoxos que sostienen la falta de credibilidad de las mediciones del organismo estadístico.
En este mismo blog ya hemos hecho referencia a este mismo tema, pero parece ser necesario en los tiempos que corren reiterar una vez más algunos conceptos y hasta diríamos que profundizarlos para que queden de manera más clara todavía.
Digámoslo sin tapujos ni vergüenzas. SI, EL INDEC MANEJA DE MANERA CIERTAMENTE TENDENCIOSA LAS CIFRAS DE LA INFLACION. Para que ocultarlo? El consumidor que va diariamente al supermercado (chino, francés, chileno o de capitales nacionales) ve que determinados productos de su canasta familiar han aumentado en algunos casos de manera desproporcionada en relación con los 3 o 4 últimos meses. Mete la mano en su bolsillo y encuentra la misma cantidad de dinero pero para una menor cantidad de artículos que hace un tiempo.
Esto revela claramente que los consumidores tienen una medición de la inflación más concreta y certera que la que el INDEC da a conocer mensualmente. Hombres y mujeres que cotidianamente realizan sus compras semanales o mensuales comprueban que los productos de primera necesidad han aumentado en porcentajes desmesurados en relación con el devenir del comportamiento de la economía. Este y no otro es el mejor termómetro para medir el incremento del costo de vida. Pero aquí, en este punto de la discusión, es preciso desdoblar el análisis y detenernos en dos puntos cruciales.
Primero ¿porqué el INDEC insiste con medir una inflación que está varios puntos porcentuales por debajo de lo que siente el bolsillo del consumidor? Lo hemos dicho aquí, en este mismo blog y lo reiteramos ahora, por si quedaran dudas o no fuimos claro entonces. (Y eso que cuando hicimos el comentario la diferencia llegaba a apenas medio punto porcentual). En los meses previos al estallido de la crisis de 2001 y con posterioridad, la Argentina emitió bonos de la deuda con vencimientos escalonados desde entonces hasta el 2030, cuyo ajuste está condicionado a la evolución de las tasas de inflación. A mayor tasa de inflación, mayor cantidad de dinero en concepto de interés debe pagar el país.
Desde fines de 2005, una vez que fue saldada la deuda con el FMI, el gobierno comenzó a replantearse este dilema heredado de administraciones anteriores (concretamente las encabezadas por la Alianza y Eduardo Duhalde). Evidentemente no había manera legal de modificar las condiciones de ajuste de esos bonos sin generarse una cantidad de planteos de carácter legal que hubieran hundido al país en un marasmo de juicios todos ellos adversos antes de que comenzaran a tramitarse.
Ahí es cuando se decide recomponer los parámetros de medición de la tasa de inflación. Para ello se decide eliminar determinados artículos y servicios que por entonces aún componían la denominada canasta familiar y que poco o nada tenían que ver con los consumos habituales y medios del habitante promedio de la Argentina. Por ejemplo los servicios de castración de un animal doméstico (una gata, por ejemplo), alimentos para mascotas, bebidas alcohólicas como champagne o whisky, alquiler de cocheras, gastos por estacionamiento, salidas tales como cenas o almuerzos para –promedio- cuatro personas, (es decir, una familia tipo), esparcimientos como teatros u otros espectáculos con valores promedio por encima del alcance del consumidor medio, para reemplazarlos por otros gastos comunes a una mayoría de habitantes como por ejemplo el valor de un kilo de pan, el gasto en transporte público, (colectivos, trenes o subterráneos), alimentos de primera necesidad como harinas, arroz, fideos, azúcar, yerba, vestimenta entendida como ropa y calzado para uso cotidiano y/o laboral por poner solo algunos ejemplos, al mismo tiempo que se resuelve ampliar el universo de personas encuestadas y la composición económica, etaria y social de los integrantes de una familia tipo. Todo lo cual da como resultado un índice sensiblemente menor al que surge de una medición realizada bajo los parámetros anteriores.
Usted se preguntará no “porqué cantamos” sino con qué objetivo. Y aquí está la respuesta a la pregunta del millón: para que el país pague centenares o miles de millones de dólares menos de intereses por cada vencimiento de los cupones de los bonos emitidos por los gobiernos que encabezaron quienes hoy se presentan como salvadores de la patria. Cada décima por debajo de lo que la gente común califica de inflación real, son millones de pesos que el país se ahorra de transferirle a los tenedores de esos bonos. Cada décima por debajo de esa inflación significa decenas de millones de dólares que el país no solo ahorra sino que vuelca al consumo interno, a la obra pública, a los planes de asistencia social, a la mejora del salario real, a planes de infraestructura (viviendas, cloacas, agua potable, servicios sanitarios, escuelas, hospitales, centros de atención primaria de la salud).
Pero de esta respuesta surge otra pregunta fundamental: ¿los índices de inflación que mide el INDEC son perjudiciales directamente al bolsillo del trabajador, del asalariado? ¿Una medición estadística que tiene un altísimo componente político daña la capacidad de ahorro, la posibilidad del consumidor por si misma? ¿O, por el contrario, le permite al país una acumulación de una masa de dinero que de otra manera sería injustamente transferida al exterior en concepto de intereses espurios y usurarios? Respóndase usted mismo esta pregunta, que para eso es grande, maduro e inteligente.
Y en cambio pregúntese, porque también para eso es grande, maduro e inteligente, quienes son los que desde hace cuatro meses han promovido una escalada de precios desmesurada y que no se condice con las variables macroeconómicas vigentes de manera permanente desde hace 6 años. Pregúntese si la Argentina no ha generado en las últimas décadas un mercado altamente concentrado, que provoca que más del 80 por ciento de los alimentos y servicios de primera necesidad estén en manos de una o dos empresas. ¿Sabe cómo se llama eso? Posición dominante de mercado. ¿Sabe qué significa? Que esos grupos monopólicos (que no están solamente en los medios de comunicación) pueden manejar los precios de esos productos y servicios a su entero antojo, porque como no hay competencia el consumidor no puede optar por un precio más acomodado para su bolsillo. Y si aun sigue considerándose grande, maduro e inteligente, pregúntese también si hay algún antecedente, aquí o en otro país, de algún gobierno de cualquier signo que un día se levante y decida aumentar los precios de los productos y servicios porque no tiene mejor cosa que hacer ese día.
Los precios pueden variar hacia arriba cuando la cadena de valores de los costos de producción aumenta de modo tal que provoca una suba en los niveles de inyección dineraria para su manufactura o prestación. Por lo general, en países aún periféricos como el nuestro, tales costos están atados al dólar. Pero fíjese usted un dato: el valor del dólar en nuestro país se ha mantenido estable en los últimos 6 años. En el mercado internacional la moneda estadounidense pelea por mantenerse a flote a costa de un flujo de billetes verdes emitido por la Reserva federal norteamericana sin respaldo real de ninguna clase. Su principal competencia es el euro y también el yen y, aunque suene a absurdo, el yuan, la moneda china. Y por si esto no le alcanzara para comprender, la embestida de los precios ocurre a la salida de una crisis fenomenal que tiró de un soplido al sistema capitalista sustentado en el valor del dólar y su cotización internacional de la mano de negocios de carácter eminentemente especulativo en el plano financiero. El dólar en la Argentina es altamente competitivo a valores internacionales. El sector exportador tanto manufacturero cuanto agropecuario) tiene niveles de rentabilidad medidos en dólares que cuadruplican, en el peor de los casos, los niveles habituales en los mercados internacionales. ¿Cuál o cuáles son entonces las razones objetivas y concretas para aumentar precios en productos y servicios que tienen una ganancia neta de carácter expoliador? Para ser concretos, ¿Quién tiene la culpa de la inflación actual, el INDEC o los conglomerados empresarios concentrados y monopólicos?.
Pero hay más, porque se me ocurre preguntarle ¿le tengo que explicar también cuáles son las razones por las cuales se está pidiendo una suba en la cotización del dólar después de haber hecho esta parrafada infernal? ¿Le tengo que explicar también que una modificación hacia arriba en el valor de dólar significa un golpe más duro y mortífero a su bolsillo que las mediciones del INDEC? ¿O todavía no se dio cuenta de quienes fueron los que reclaman una devaluación de la moneda nacional del orden del 30 por ciento, equivalente a la que promovió Duhalde a la salida de la convertibilidad? ¿O me va a decir que usted está más preocupado por las índices del INDEC que por perder la tercera parte de su poder adquisitivo de un saque?
Y metiéndonos con el tema de la devaluación, del reclamo de un dólar más alto, (por encima de los 4 pesos) hemos respondido a la segunda cuestión central de la discusión que se da por estos días. Si me dice que no entiende porqué el gobierno no hace nada para frenar esta embestida, le respondo: porque tiene que salir a pelear todos los días, cada día, con una caterva de boludos que siguen quejándose de que el INDEC no les mide lo que ellos miden, porque tiene que salir a pelearse todos los días con un conglomerado de inútiles que le siguen haciendo el caldo gordo a los que tenedores de los bonos que solo piensan en la manera de ganar un dólar más a costa de su salario, (digo el suyo, no el de ellos), porque tiene que salir a cada rato a explicar el sentido de haber transferido nuevamente al estado los fondos de las jubilaciones y recordarle a la clase media cagatinta que es más saludable invertir esos fondos en obra pública, en inversión productiva, en prestaciones sociales que en la timba financiera y bursátil en la que apostaban (no invertían, apostaban, eh?) las AFJP, porque tiene que salir a contener a esa agrupación históricamente golpista que se aglutina bajo el rótulo de “el campo” para que no vuelva a incendiar el país como pretendió hacerlo entre marzo y julio de 2008, porque tiene que procurar difundir su gestión de gobierno al tiempo que contrarresta las embestidas de los medios de comunicación monopólicos para los que nada, absolutamente nada de lo que hace este gobierno está bien. Como si no hubiera sido poca cosa devolver al estado el control de empresas estratégicas que fueron privatizadas, como si fuera poca cosa haber aumentado los niveles históricos de producción industrial en casi 6 puntos porcentuales en los últimos 7 años, como si fuera moco de pavo haber destinado el dinero de los intereses de los bonos usurarios y de fondos buitres en la construcción de viviendas, escuelas y hospitales. Por eso no ha hecho todavía más que de lo que hubiera sido esperable y necesario.
Por eso, si Usted es uno de los cagatintas a los que me refiero más arriba, que vive quejándose de que todo está mal y que piensa que el gobierno es culpable hasta del granizo que cayó el domingo por la noche, mírese al espejo, haga un ejercicio de introspección (si no entiende que quiere decir pregúntele a su sicólogo que seguro se lo va a explicar) y piense honradamente si no es mucho mejor reclamarle al gobierno por lo que aún hace falta que por lo que los medios concentrados le dicen que hace. Tenga el valor, aunque sea por un día, de pensar por su propia voluntad. Siéntase capaz de ejercer la mirada crítica, no por lo que le dice el título de un diario, sino por su propia capacidad de reflexión. Y, si le queda tiempo, cuando se mire en el espejo, pregúntese con honestidad y con una mano en el corazón si hoy está peor que en el 2001, 2002 o 2003. Si cree que sí, entonces usted (así, con minúsculas) es un cagatintas irrecuperable. Si, en cambio, logra vencer el miedo a la sinceridad con usted mismo y piensa que está mejor aun con las cosas que falta conseguir, que no son pocas por cierto, habrá dado un paso adelante para despegarse del pensamiento y el discurso único y rejuvenecer el arte del pensamiento por su propia voluntad, algo de lo que los griegos sabían un montón y que, pese a los miles de años transcurridos, sigue teniendo vigencia de manera inconmensurable.
Marcelo Bartolomé
En realidad ese reclamo está claramente atado a una polémica que se ha transformado en caballito de batalla de opositores y economistas ultra ortodoxos que sostienen la falta de credibilidad de las mediciones del organismo estadístico.
En este mismo blog ya hemos hecho referencia a este mismo tema, pero parece ser necesario en los tiempos que corren reiterar una vez más algunos conceptos y hasta diríamos que profundizarlos para que queden de manera más clara todavía.
Digámoslo sin tapujos ni vergüenzas. SI, EL INDEC MANEJA DE MANERA CIERTAMENTE TENDENCIOSA LAS CIFRAS DE LA INFLACION. Para que ocultarlo? El consumidor que va diariamente al supermercado (chino, francés, chileno o de capitales nacionales) ve que determinados productos de su canasta familiar han aumentado en algunos casos de manera desproporcionada en relación con los 3 o 4 últimos meses. Mete la mano en su bolsillo y encuentra la misma cantidad de dinero pero para una menor cantidad de artículos que hace un tiempo.
Esto revela claramente que los consumidores tienen una medición de la inflación más concreta y certera que la que el INDEC da a conocer mensualmente. Hombres y mujeres que cotidianamente realizan sus compras semanales o mensuales comprueban que los productos de primera necesidad han aumentado en porcentajes desmesurados en relación con el devenir del comportamiento de la economía. Este y no otro es el mejor termómetro para medir el incremento del costo de vida. Pero aquí, en este punto de la discusión, es preciso desdoblar el análisis y detenernos en dos puntos cruciales.
Primero ¿porqué el INDEC insiste con medir una inflación que está varios puntos porcentuales por debajo de lo que siente el bolsillo del consumidor? Lo hemos dicho aquí, en este mismo blog y lo reiteramos ahora, por si quedaran dudas o no fuimos claro entonces. (Y eso que cuando hicimos el comentario la diferencia llegaba a apenas medio punto porcentual). En los meses previos al estallido de la crisis de 2001 y con posterioridad, la Argentina emitió bonos de la deuda con vencimientos escalonados desde entonces hasta el 2030, cuyo ajuste está condicionado a la evolución de las tasas de inflación. A mayor tasa de inflación, mayor cantidad de dinero en concepto de interés debe pagar el país.
Desde fines de 2005, una vez que fue saldada la deuda con el FMI, el gobierno comenzó a replantearse este dilema heredado de administraciones anteriores (concretamente las encabezadas por la Alianza y Eduardo Duhalde). Evidentemente no había manera legal de modificar las condiciones de ajuste de esos bonos sin generarse una cantidad de planteos de carácter legal que hubieran hundido al país en un marasmo de juicios todos ellos adversos antes de que comenzaran a tramitarse.
Ahí es cuando se decide recomponer los parámetros de medición de la tasa de inflación. Para ello se decide eliminar determinados artículos y servicios que por entonces aún componían la denominada canasta familiar y que poco o nada tenían que ver con los consumos habituales y medios del habitante promedio de la Argentina. Por ejemplo los servicios de castración de un animal doméstico (una gata, por ejemplo), alimentos para mascotas, bebidas alcohólicas como champagne o whisky, alquiler de cocheras, gastos por estacionamiento, salidas tales como cenas o almuerzos para –promedio- cuatro personas, (es decir, una familia tipo), esparcimientos como teatros u otros espectáculos con valores promedio por encima del alcance del consumidor medio, para reemplazarlos por otros gastos comunes a una mayoría de habitantes como por ejemplo el valor de un kilo de pan, el gasto en transporte público, (colectivos, trenes o subterráneos), alimentos de primera necesidad como harinas, arroz, fideos, azúcar, yerba, vestimenta entendida como ropa y calzado para uso cotidiano y/o laboral por poner solo algunos ejemplos, al mismo tiempo que se resuelve ampliar el universo de personas encuestadas y la composición económica, etaria y social de los integrantes de una familia tipo. Todo lo cual da como resultado un índice sensiblemente menor al que surge de una medición realizada bajo los parámetros anteriores.
Usted se preguntará no “porqué cantamos” sino con qué objetivo. Y aquí está la respuesta a la pregunta del millón: para que el país pague centenares o miles de millones de dólares menos de intereses por cada vencimiento de los cupones de los bonos emitidos por los gobiernos que encabezaron quienes hoy se presentan como salvadores de la patria. Cada décima por debajo de lo que la gente común califica de inflación real, son millones de pesos que el país se ahorra de transferirle a los tenedores de esos bonos. Cada décima por debajo de esa inflación significa decenas de millones de dólares que el país no solo ahorra sino que vuelca al consumo interno, a la obra pública, a los planes de asistencia social, a la mejora del salario real, a planes de infraestructura (viviendas, cloacas, agua potable, servicios sanitarios, escuelas, hospitales, centros de atención primaria de la salud).
Pero de esta respuesta surge otra pregunta fundamental: ¿los índices de inflación que mide el INDEC son perjudiciales directamente al bolsillo del trabajador, del asalariado? ¿Una medición estadística que tiene un altísimo componente político daña la capacidad de ahorro, la posibilidad del consumidor por si misma? ¿O, por el contrario, le permite al país una acumulación de una masa de dinero que de otra manera sería injustamente transferida al exterior en concepto de intereses espurios y usurarios? Respóndase usted mismo esta pregunta, que para eso es grande, maduro e inteligente.
Y en cambio pregúntese, porque también para eso es grande, maduro e inteligente, quienes son los que desde hace cuatro meses han promovido una escalada de precios desmesurada y que no se condice con las variables macroeconómicas vigentes de manera permanente desde hace 6 años. Pregúntese si la Argentina no ha generado en las últimas décadas un mercado altamente concentrado, que provoca que más del 80 por ciento de los alimentos y servicios de primera necesidad estén en manos de una o dos empresas. ¿Sabe cómo se llama eso? Posición dominante de mercado. ¿Sabe qué significa? Que esos grupos monopólicos (que no están solamente en los medios de comunicación) pueden manejar los precios de esos productos y servicios a su entero antojo, porque como no hay competencia el consumidor no puede optar por un precio más acomodado para su bolsillo. Y si aun sigue considerándose grande, maduro e inteligente, pregúntese también si hay algún antecedente, aquí o en otro país, de algún gobierno de cualquier signo que un día se levante y decida aumentar los precios de los productos y servicios porque no tiene mejor cosa que hacer ese día.
Los precios pueden variar hacia arriba cuando la cadena de valores de los costos de producción aumenta de modo tal que provoca una suba en los niveles de inyección dineraria para su manufactura o prestación. Por lo general, en países aún periféricos como el nuestro, tales costos están atados al dólar. Pero fíjese usted un dato: el valor del dólar en nuestro país se ha mantenido estable en los últimos 6 años. En el mercado internacional la moneda estadounidense pelea por mantenerse a flote a costa de un flujo de billetes verdes emitido por la Reserva federal norteamericana sin respaldo real de ninguna clase. Su principal competencia es el euro y también el yen y, aunque suene a absurdo, el yuan, la moneda china. Y por si esto no le alcanzara para comprender, la embestida de los precios ocurre a la salida de una crisis fenomenal que tiró de un soplido al sistema capitalista sustentado en el valor del dólar y su cotización internacional de la mano de negocios de carácter eminentemente especulativo en el plano financiero. El dólar en la Argentina es altamente competitivo a valores internacionales. El sector exportador tanto manufacturero cuanto agropecuario) tiene niveles de rentabilidad medidos en dólares que cuadruplican, en el peor de los casos, los niveles habituales en los mercados internacionales. ¿Cuál o cuáles son entonces las razones objetivas y concretas para aumentar precios en productos y servicios que tienen una ganancia neta de carácter expoliador? Para ser concretos, ¿Quién tiene la culpa de la inflación actual, el INDEC o los conglomerados empresarios concentrados y monopólicos?.
Pero hay más, porque se me ocurre preguntarle ¿le tengo que explicar también cuáles son las razones por las cuales se está pidiendo una suba en la cotización del dólar después de haber hecho esta parrafada infernal? ¿Le tengo que explicar también que una modificación hacia arriba en el valor de dólar significa un golpe más duro y mortífero a su bolsillo que las mediciones del INDEC? ¿O todavía no se dio cuenta de quienes fueron los que reclaman una devaluación de la moneda nacional del orden del 30 por ciento, equivalente a la que promovió Duhalde a la salida de la convertibilidad? ¿O me va a decir que usted está más preocupado por las índices del INDEC que por perder la tercera parte de su poder adquisitivo de un saque?
Y metiéndonos con el tema de la devaluación, del reclamo de un dólar más alto, (por encima de los 4 pesos) hemos respondido a la segunda cuestión central de la discusión que se da por estos días. Si me dice que no entiende porqué el gobierno no hace nada para frenar esta embestida, le respondo: porque tiene que salir a pelear todos los días, cada día, con una caterva de boludos que siguen quejándose de que el INDEC no les mide lo que ellos miden, porque tiene que salir a pelearse todos los días con un conglomerado de inútiles que le siguen haciendo el caldo gordo a los que tenedores de los bonos que solo piensan en la manera de ganar un dólar más a costa de su salario, (digo el suyo, no el de ellos), porque tiene que salir a cada rato a explicar el sentido de haber transferido nuevamente al estado los fondos de las jubilaciones y recordarle a la clase media cagatinta que es más saludable invertir esos fondos en obra pública, en inversión productiva, en prestaciones sociales que en la timba financiera y bursátil en la que apostaban (no invertían, apostaban, eh?) las AFJP, porque tiene que salir a contener a esa agrupación históricamente golpista que se aglutina bajo el rótulo de “el campo” para que no vuelva a incendiar el país como pretendió hacerlo entre marzo y julio de 2008, porque tiene que procurar difundir su gestión de gobierno al tiempo que contrarresta las embestidas de los medios de comunicación monopólicos para los que nada, absolutamente nada de lo que hace este gobierno está bien. Como si no hubiera sido poca cosa devolver al estado el control de empresas estratégicas que fueron privatizadas, como si fuera poca cosa haber aumentado los niveles históricos de producción industrial en casi 6 puntos porcentuales en los últimos 7 años, como si fuera moco de pavo haber destinado el dinero de los intereses de los bonos usurarios y de fondos buitres en la construcción de viviendas, escuelas y hospitales. Por eso no ha hecho todavía más que de lo que hubiera sido esperable y necesario.
Por eso, si Usted es uno de los cagatintas a los que me refiero más arriba, que vive quejándose de que todo está mal y que piensa que el gobierno es culpable hasta del granizo que cayó el domingo por la noche, mírese al espejo, haga un ejercicio de introspección (si no entiende que quiere decir pregúntele a su sicólogo que seguro se lo va a explicar) y piense honradamente si no es mucho mejor reclamarle al gobierno por lo que aún hace falta que por lo que los medios concentrados le dicen que hace. Tenga el valor, aunque sea por un día, de pensar por su propia voluntad. Siéntase capaz de ejercer la mirada crítica, no por lo que le dice el título de un diario, sino por su propia capacidad de reflexión. Y, si le queda tiempo, cuando se mire en el espejo, pregúntese con honestidad y con una mano en el corazón si hoy está peor que en el 2001, 2002 o 2003. Si cree que sí, entonces usted (así, con minúsculas) es un cagatintas irrecuperable. Si, en cambio, logra vencer el miedo a la sinceridad con usted mismo y piensa que está mejor aun con las cosas que falta conseguir, que no son pocas por cierto, habrá dado un paso adelante para despegarse del pensamiento y el discurso único y rejuvenecer el arte del pensamiento por su propia voluntad, algo de lo que los griegos sabían un montón y que, pese a los miles de años transcurridos, sigue teniendo vigencia de manera inconmensurable.
Marcelo Bartolomé
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martes, 13 de abril de 2010
CLARIN Y LOS RADICALES
No caben dudas de que muchos argentinos, todavía hoy y a pesar de las evidencias que sobran por doquier, siguen pensando que las condenas y las críticas hacia la línea editorial del diario Clarín son simplemente chicanas o enfrentamientos entre el kirchnerismo en su acepción más amplia y un grupo empresarial, concentrador de los medios de comunicación de mayor penetración en el país.
Es probable incluso que muchos sigan creyendo que lo que publica Clarin es la verdad objetiva de las cosas que pasan en el paìs en contraposición a lo que consideran las mentiras y ocultamientos del gobierno. Y otro grupo no menor por cierto, en su encendida crítica al gobierno -sin dudas legítima y aceptable- seguramente se recuesta en lo que publica el diario de los Noble para sustentar su condena cotidiana.
El rejunte opositor, personalizado en los diputados y senadores que sienten que el 28 de junio del 2009 ganaron una elección presidencial (todos y cada uno de ellos se siente presidente en función de los votos obtenidos en aquel comicio)ha hecho una manifiesta defensa del grupo Clarin, sobre todo en los días en los que mientras arreciaban las condenas y las descalificaciones hacia la Ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación, se llevaban adelante audiencias y debates públicos en toda la geografía argentina para mejorar y ampliar su contenido, antes de que fuera votada por absolutas mayorías parlamentarias.
Y de manera particular, las voces que sonaron con más enjundia contra la nueva ley y a favor del grupo Clarín provenían de las huestes radicales. Tanto de quienes aún hoy militan en sus filas como de aquellos que alguna vez lo hicieron y hoy han creado sus propias agrupaciones. Silvana Giudici y Elisa Carrió son dos ejemplos de unos y otros. Ellas como otros tantos, llegaron incluso a sostener que las acusaciones contra el grupo eran elementos emergentes de una pelea de carácter económico, protagonizada entre los Noble-Magneto y "los Kirchner", como gustan llamar despectivamente al matrimonio de Cristina y Néstor
Sin embargo, la historia tiene registros claros y contundentes acerca del comportamiento de Clarín en épocas no muy lejanas en el tiempo. No vamos aquí a repasar la actuación del grupo durante la dictadura. Sí en cambio, recordar un discurso del por entonces presidente Raul Alfonsín. Exactamente el 13 de febrero de 1987 Alfonsín, de manera explícita y sin medias tintas, condenaba el comportamiento del diario y su actitud "falaz" (empleo el término utilizado por el ex presidente)a la hora de titular y trabajar las noticias.
Han pasado desde entonces poco más de 23 años y sus palabras siguen teniendo tanta vigencia como entonces. ¿Servirá para que los radicales que lean esto se den cuenta de la impostura, la desverguenza, la deshonestidad intelectual que los empapa cuando hablan en contra de la ley, cuando opinan sobre el desmanejo informativo y el ocultamiento de la información? Si los archivos son irresistibles al paso del tiempo, muchos dirigentes radicales deberían dar media vuelta y marcharse a sus casas, llamarse a silencio y, por lo menos, abandonar definitivamente la práctica política. Si, es cierto...todavía creo en los reyes magos...
Marcelo Bartolomé
Es probable incluso que muchos sigan creyendo que lo que publica Clarin es la verdad objetiva de las cosas que pasan en el paìs en contraposición a lo que consideran las mentiras y ocultamientos del gobierno. Y otro grupo no menor por cierto, en su encendida crítica al gobierno -sin dudas legítima y aceptable- seguramente se recuesta en lo que publica el diario de los Noble para sustentar su condena cotidiana.
El rejunte opositor, personalizado en los diputados y senadores que sienten que el 28 de junio del 2009 ganaron una elección presidencial (todos y cada uno de ellos se siente presidente en función de los votos obtenidos en aquel comicio)ha hecho una manifiesta defensa del grupo Clarin, sobre todo en los días en los que mientras arreciaban las condenas y las descalificaciones hacia la Ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación, se llevaban adelante audiencias y debates públicos en toda la geografía argentina para mejorar y ampliar su contenido, antes de que fuera votada por absolutas mayorías parlamentarias.
Y de manera particular, las voces que sonaron con más enjundia contra la nueva ley y a favor del grupo Clarín provenían de las huestes radicales. Tanto de quienes aún hoy militan en sus filas como de aquellos que alguna vez lo hicieron y hoy han creado sus propias agrupaciones. Silvana Giudici y Elisa Carrió son dos ejemplos de unos y otros. Ellas como otros tantos, llegaron incluso a sostener que las acusaciones contra el grupo eran elementos emergentes de una pelea de carácter económico, protagonizada entre los Noble-Magneto y "los Kirchner", como gustan llamar despectivamente al matrimonio de Cristina y Néstor
Sin embargo, la historia tiene registros claros y contundentes acerca del comportamiento de Clarín en épocas no muy lejanas en el tiempo. No vamos aquí a repasar la actuación del grupo durante la dictadura. Sí en cambio, recordar un discurso del por entonces presidente Raul Alfonsín. Exactamente el 13 de febrero de 1987 Alfonsín, de manera explícita y sin medias tintas, condenaba el comportamiento del diario y su actitud "falaz" (empleo el término utilizado por el ex presidente)a la hora de titular y trabajar las noticias.
Han pasado desde entonces poco más de 23 años y sus palabras siguen teniendo tanta vigencia como entonces. ¿Servirá para que los radicales que lean esto se den cuenta de la impostura, la desverguenza, la deshonestidad intelectual que los empapa cuando hablan en contra de la ley, cuando opinan sobre el desmanejo informativo y el ocultamiento de la información? Si los archivos son irresistibles al paso del tiempo, muchos dirigentes radicales deberían dar media vuelta y marcharse a sus casas, llamarse a silencio y, por lo menos, abandonar definitivamente la práctica política. Si, es cierto...todavía creo en los reyes magos...
Marcelo Bartolomé
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sábado, 10 de abril de 2010
CUANDO LA INTELIGENCIA APELA A LO SIMPLE PARA EXPLICAR LO DIFICIL
La discusión en torno de si las computadoras iban a desplazar al libro y, en consecuencia, desterrar el hábito de la lectura tal como la conocimos los de nuestra generación, no ha concluído. La aparición del denominado libro electrónico o "e-book" y el lanzamiento en el último año de los aparatos digitales para leerlos como si se tratara de libros reales la reavivó y la volvió a poner en el primer plano de debate entre los especialistas.
¿Libro digital contra libro de papel? ¿es posible reemplazar unos con otros? ¿la intensidad de la lectura en libros digitales es la misma que la de los libros comunes y corrientes? ¿la lectura digitalizada podría generar un nuevo hábito de lectura en los niños y adolescentes que han crecido en la era de la informática? Cada uno de nosotros podrá tener una respuesta total o parcial para estas preguntas, de cuerdo con sus propias convicciones, puntos de vista y experiencias.
En lo personal no creo que un libro digitalizado pueda reemplazar definitivamente al libro de papel. Sí creo, en cambio, que puede contribuir y ayudar, correr quizás algunos horizontes. Creo más bien en una especie de "complementariedad" mas que en un destierro de uno a expensas del otro.
Más allá de los resultados de estas polémicas, debates, discusiones, todas necesarias y constructoras, quiero compartir un video que me aportó un viejo amigo del ámbito académico, licenciado en comunicacón social, actualmente docente de la Facultad de Sociales de Olavarría (que depende de la Universidad Nacional del Centro que tiene su sede en Tandil). Jorge Arabito, del se trata, y a quien agradezco habérmelo hecho conocer. tiene mucho que ver con este tema que estamos hablando.Lo disfruté muchísimo y me pareció una manera excelente e inteligente de promover nuevamente el concepto de LIBRO, pero a partir del lenguaje digital. Acaso un intento de comparar ambas alternativas. Y a mi ujuicio, tal como está planteado en este video, el libro de papel sale muy bien parado y varios cuerpos de ventaja sobre cualquier otra alternativa. Véanlo, coméntenlo y, sobre todo, difúndanlo por donde puedan. Vale la pena. Besos y abrazos para todos.
Marcelo Bartolomé
¿Libro digital contra libro de papel? ¿es posible reemplazar unos con otros? ¿la intensidad de la lectura en libros digitales es la misma que la de los libros comunes y corrientes? ¿la lectura digitalizada podría generar un nuevo hábito de lectura en los niños y adolescentes que han crecido en la era de la informática? Cada uno de nosotros podrá tener una respuesta total o parcial para estas preguntas, de cuerdo con sus propias convicciones, puntos de vista y experiencias.
En lo personal no creo que un libro digitalizado pueda reemplazar definitivamente al libro de papel. Sí creo, en cambio, que puede contribuir y ayudar, correr quizás algunos horizontes. Creo más bien en una especie de "complementariedad" mas que en un destierro de uno a expensas del otro.
Más allá de los resultados de estas polémicas, debates, discusiones, todas necesarias y constructoras, quiero compartir un video que me aportó un viejo amigo del ámbito académico, licenciado en comunicacón social, actualmente docente de la Facultad de Sociales de Olavarría (que depende de la Universidad Nacional del Centro que tiene su sede en Tandil). Jorge Arabito, del se trata, y a quien agradezco habérmelo hecho conocer. tiene mucho que ver con este tema que estamos hablando.Lo disfruté muchísimo y me pareció una manera excelente e inteligente de promover nuevamente el concepto de LIBRO, pero a partir del lenguaje digital. Acaso un intento de comparar ambas alternativas. Y a mi ujuicio, tal como está planteado en este video, el libro de papel sale muy bien parado y varios cuerpos de ventaja sobre cualquier otra alternativa. Véanlo, coméntenlo y, sobre todo, difúndanlo por donde puedan. Vale la pena. Besos y abrazos para todos.
Marcelo Bartolomé
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martes, 6 de abril de 2010
CRISTINA Y LAS COMPUTADORAS
Las noticias se categorizan no solo por su ubicación (en el papel, en la web o el aire) sino además por el título con el cual se las presenta. Un título puede reflejar opinión y, en consecuencia, jerarquía para la información o simplemente aludir de manera aséptica al hecho noticioso en si. Como fuere, cada medio elije la forma que le parece más conveniente para titular las informaciones.
Una consecuencia de la manera de titular las noticias es su invisibilización. Depende lo que se destaque de ella en el encabezado, la noticia tendrá mayor o menor trascendencia. Además, se puede ocultar el núcleo central de la información mediante un título que corra el eje de discusión para detenerse en algún aspecto que poco o nada tiene que ver con el propio hecho noticioso.
El fenómeno de los portales informativos en la web es muy interesante para el análisis, porque permite a los editores bajar línea de manera directa, al jerarquizar a las noticias no por su contenido central sino por la manera en que son distribuidas y por los títulos con que se las encabeza. Millones de personas miran durante el día los portales de noticias “para ver qué está pasando”, con la sana intención de informarse sobre los últimos hechos del día. Un bajo porcentaje de lectores on line pincha en la información para leerla por completo. La gran mayoría (podríamos decir que 8 de cada 10) solo hace un paneo por los títulos que se publican en el portal y la bajada con el resumen de la noticia. Y con eso se quedan satisfechos. Tras la lectura superficial de los portales, la gente se quedará solo con lo que los editores de esos sitios quieren que la gente se quede. En consecuencia, el objetivo que se persigue con esa técnica informativa, está cumplido: instalar en sus lectores el sentido de importancia o jerarquía de las noticias, no por lo que contienen sino por su ubicación y su presentación. Al mismo tiempo, preconfiguran o anticipan lo que será la portada de los diarios al día siguiente.
Un ejemplo contundente de esto que aquí desgrano, lo tenemos con la manera en que los portales on line trataron el importante anuncio de la presidenta Cristina Fernández, acerca de la entrega de computadoras portátiles a casi 3 millones de alumnos de escuelas secundarias públicas de todo el país.
La mayoría eligió para titular, una frase de la presidenta, que no avanza de manera directa sobre el eje de la noticia sino sobre un concepto subjetivo (“me siento como la Sarmiento del Bicentenario”), dichos que seguramente serán motivo de largas andanadas de críticas y condenas y hasta chistes de pésimo mal gusto. Me anticipo a los hechos, es verdad, pero juro que si me equivoco haré el mea culpa. Otros, muy pocos, tomaron conceptos más centrales del significado del anuncio.
En el caso particular de Clarin.com, podrán observar que debajo del título, se “colgaron” dos artículos del diario publicados en enero de 2008 y agosto de 2009 sobre el mismo tema, con los que pretenden poner en duda la concreción del proyecto. Para ello toman como antecedente un plan similar que en su momento había sido anunciado por el estadounidense Nicholas Negroponte, denominado “Una computadora por niño”, el cual había sido aceptado por el gobierno argentino pero que finalmente quedo en la nada por diferentes cuestiones. Al adosar esas dos notas al cuerpo central de la noticia, Clarin pretende vincular ambos temas cuando sus orígenes y objetivos son diferentes por múltiples causas.
Esta es una muestra más del cotidiano y permanente manejo informativo que los medios realizan con la información relacionada con la gestión de gobierno. Nadie les quita el derecho a darle a una información el orden de mérito que consideren pertinente. Pero cuando eso además está acompañado del corrimiento deliberado del eje de la cuestión central para enfocar el desarrollo de la noticia en aspectos más formales que de fondo, también es una manera de manipular la noticia.
Marcelo Bartolome
Una consecuencia de la manera de titular las noticias es su invisibilización. Depende lo que se destaque de ella en el encabezado, la noticia tendrá mayor o menor trascendencia. Además, se puede ocultar el núcleo central de la información mediante un título que corra el eje de discusión para detenerse en algún aspecto que poco o nada tiene que ver con el propio hecho noticioso.
El fenómeno de los portales informativos en la web es muy interesante para el análisis, porque permite a los editores bajar línea de manera directa, al jerarquizar a las noticias no por su contenido central sino por la manera en que son distribuidas y por los títulos con que se las encabeza. Millones de personas miran durante el día los portales de noticias “para ver qué está pasando”, con la sana intención de informarse sobre los últimos hechos del día. Un bajo porcentaje de lectores on line pincha en la información para leerla por completo. La gran mayoría (podríamos decir que 8 de cada 10) solo hace un paneo por los títulos que se publican en el portal y la bajada con el resumen de la noticia. Y con eso se quedan satisfechos. Tras la lectura superficial de los portales, la gente se quedará solo con lo que los editores de esos sitios quieren que la gente se quede. En consecuencia, el objetivo que se persigue con esa técnica informativa, está cumplido: instalar en sus lectores el sentido de importancia o jerarquía de las noticias, no por lo que contienen sino por su ubicación y su presentación. Al mismo tiempo, preconfiguran o anticipan lo que será la portada de los diarios al día siguiente.
Un ejemplo contundente de esto que aquí desgrano, lo tenemos con la manera en que los portales on line trataron el importante anuncio de la presidenta Cristina Fernández, acerca de la entrega de computadoras portátiles a casi 3 millones de alumnos de escuelas secundarias públicas de todo el país.
La mayoría eligió para titular, una frase de la presidenta, que no avanza de manera directa sobre el eje de la noticia sino sobre un concepto subjetivo (“me siento como la Sarmiento del Bicentenario”), dichos que seguramente serán motivo de largas andanadas de críticas y condenas y hasta chistes de pésimo mal gusto. Me anticipo a los hechos, es verdad, pero juro que si me equivoco haré el mea culpa. Otros, muy pocos, tomaron conceptos más centrales del significado del anuncio.
En el caso particular de Clarin.com, podrán observar que debajo del título, se “colgaron” dos artículos del diario publicados en enero de 2008 y agosto de 2009 sobre el mismo tema, con los que pretenden poner en duda la concreción del proyecto. Para ello toman como antecedente un plan similar que en su momento había sido anunciado por el estadounidense Nicholas Negroponte, denominado “Una computadora por niño”, el cual había sido aceptado por el gobierno argentino pero que finalmente quedo en la nada por diferentes cuestiones. Al adosar esas dos notas al cuerpo central de la noticia, Clarin pretende vincular ambos temas cuando sus orígenes y objetivos son diferentes por múltiples causas.
Esta es una muestra más del cotidiano y permanente manejo informativo que los medios realizan con la información relacionada con la gestión de gobierno. Nadie les quita el derecho a darle a una información el orden de mérito que consideren pertinente. Pero cuando eso además está acompañado del corrimiento deliberado del eje de la cuestión central para enfocar el desarrollo de la noticia en aspectos más formales que de fondo, también es una manera de manipular la noticia.
Marcelo Bartolome
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