(Publicada en Facebook el viernes 5 de marzo de 2010)
No voy a redundar sobre los episodios protagonizados en las últimas 24 horas por la oposición parlamentaria, aglutinada bajo signos de diferente índole. Un verdadero rejunte de voluntades, con proyectos presidenciales particulares y diferentes entre sí y a quienes solo aglutina la necesidad de sacarse de encima a un gobierno que le molesta por el simple hecho de mostrar resultados que ninguno de ellos jamás pudo concretar cuando les toco administrar el país.
Pero sí quiero detenerme en algunas cuestiones que están relacionadas con la catadura moral de muchos de quienes hoy ponen el grito en el cielo por las decisiones del gobierno plasmadas en tres decretos, uno de ellos de Necesidad y Urgencia. Y quiero recordar una vez más que tales instrumentos son de absoluta legitimidad constitucional.
La actual gestión presidencial, en sus poco más de dos años, tiene un promedio de aproximadamente 0,68 DNU por mes, lo que equivale a unos 6 o 7 decretos de ese tipo dictados durante todo este tiempo. El récord, claro está, lo ostenta el virrey Menem con cerca de 600. Y también hubo DNU’s durante las gestiones anteriores y posteriores a ese sujeto.
Decretos que constituyeron verdaderos desastres para la Argentina. Desde la promoción de un cambio de moneda (el famoso Plan Austral), pasando por indultos a genocidas, recortes de salarios y jubilaciones, megacanjes que hundieron al país en la peor crisis de su historia, devaluaciones y pesificaciones asimétricas, por mencionar solo algunas de las medidas que adoptaron diferentes gobiernos echando mano de esa atribución constitucional.
Ninguno de aquellos decretos que lejos de brindar beneficios perjudicaron al país y a su gente, fue cuestionado o rechazado con la virulencia con que son rechazados los actuales. Nunca ningun integrante del parlamento se sintió avasallado por ninguno de los gobiernos que en años anteriores emitieron decretos de necesidad y urgencia que sí fueron, de manera inocultable, catastróficos para la Argentina.
La pregunta del millón es ¿con qué se intoxicaron ahora estos personajes parlamentarios a los que de golpe (y nunca mejor empleado el término) les agarró un ataque de republicanismo y constitucionalismo que antes nunca mostraron con semejante énfasis?
Muchos de quienes hoy están tratando de ganar en la justicia lo que su impericia les impide ganar en el terreno político han sido parte de aquellos gobiernos. El senador Morales, secretario de acción social de De la Rua, quien aceptó pasivamente las políticas de ajuste que hambrearon millones de argentinos. Patricia Bullrich, ministra de trabajo de la Alianza, aceptando con ignominia el recorte de salarios públicos y jubilaciones porque el déficit galopaba sobre sus cabezas luego de aplastar a la mayoría de la ciudadanía con miseria y desocupación. Ambos, Morales y Bullrich, participantes de un gobierno que no trepidó en promover coimas por 5 millones de dólares en el senado (que involucraron a propia tropa y justicialistas, hay que decirlo) para logar la aprobación de una reforma laboral que recortaba derechos a millones de trabajadores.
Diputados y senadores, muchos de los cuales hoy siguen teniendo vida pública, que no fueron capaces de discutirle una coma a Cavallo cuando presentó, decreto de necesidad y urgencia mediante, el famoso megacanje que condenó a la Argentina a la emisión de bonos con vencimientos que se extienden hasta el…2030! Adolfo Rodríguez Saa, el defaulteador número uno que se ufanó de haber anunciado con un coro de aplausos en asamblea legislativa el no pago de la deuda. Como una broma bizarra del destino, ese mismo personaje hoy es el presidente de la comisión bicameral que debe controlar el DNU que crea el Fondo de Desendeudamiento y que reemplaza al polémico Fondo del Bicentenario.
¿Cuál es la autoridad moral de estos dirigentes que creen ser la reserva ética de la patria para promover con tanta enjundia , odio, revancha, desprecio por todo aquello que no les sienta bien una embestida de las características que protagonizan y que no registra antecedentes en la corta historia de nuestra democracia contemporánea? Quizás lo más parecido haya sido la maniobra amoral de Cavallo en febrero de 1989 (por entonces diputado del PJ) ante los organismos multilaterales de crédito y la reserva Federal de los Estados Unidos para generar la corrida contra el dólar que degeneró en hiperinflación, miseria, saqueos y la salida anticipada del gobierno de Raul Alfonsín. Y eso que el suyo fue un gobierno conservador, que no había ni por asomo afectado intereses corporativos como los que sí afectó la actual administración.
¿Cómo es posible que tantas y tantas personas tengan la memoria tan destruída como para no advertir que aquellos personajes son los que hoy se presentan como los guardianes de “los dineros de los argentinos? Nadie puede resistir un archivo, de modo que basta con tomarse la molestia de recurrir a ellos para comprobar que lo que expongo aquí es absolutamente cierto.
¿No sería mucho mejor que todos esos representantes del poder ajeno se sinceren y digan de una buena vez que lo que pretenden es volver a aplicar las mismas recetas que pusieron en práctica hace no muchos años? Recetas de ajuste, recortes de salarios, destrucción del mercado interno, eliminación de políticas sociales, planes de infraestructura y obra pública.
Como no hay ninguna argumentación que pueda sostener semejante virulencia en el comportamiento de tales opositores (quienes dicho sea de paso se oponen al decreto tan cuestionado pero no dicen de qué manera reemplazarlo) lo único que cabe pensar es que persiguen claramente el debilitamiento acelerado del actual gobierno, echando mano de actitudes que alcanzan la calificación de golpistas, aunque no tengan que recurrir a los cuarteles. Los cuarteles de ayer son hoy reemplazados por los medios de comunicación concentrados y monopólicos.
De eso se trata. De acorralar, de perseguir, de ignorar la voluntad popular, de destituir a un gobierno que hace lo que ellos no supieron ni quisieron (porque poder, pudieron, no tengamos duda de eso) hacer cuando tuvieron el poder. Duele pensar que muchos de los que hoy se prenden en el coro de los destituyentes, serán los primeros en poner el grito en el cielo si, tras el 2011, cambia el gobierno y se retrocede 10 o 15 años en el tiempo para volver a las mismas prácticas que nos destruyeron como país. Es lo que está pasando en la ciudad de Buenos Aires con Macri. Los que lo votaron son los que hoy se quejan con un discurso por “izquierda”, luego de haber votado con la mano “derecha”, como si no se hubiera sabido de antemano que su gestión iba a ser de una total inoperancia.
Pero no hay caso. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Abrazos para todos.
1 comentario:
Marcelo, totalmente de acuerdo en linkear. Te pongo apenas me salga en blogs amigos. Y, desde, ya, seguiremos adelante...
Un abrazo
Alberto
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