lunes, 26 de abril de 2010

ERNESTINA, LA ENTREGADORA

Un diario, cuya dueña está fuertemente sospechada de apoderarse indebidamente de dos chicos (hoy maduros) presuntamente víctimas del terrorismo de estado no cuenta con la debida credibilidad para instalar temas lanzados, apuntados contra el estado y su gobierno al que acusa de librar una batalla particular en su contra.

Ver las tapas de las ediciones del último año y medio del diario es la mejor prueba, irrefutable por cierto, de que lo que se pretende es, a como de lugar y cada vez con menor (hoy casi sin ningún) respeto por las más elementales reglas que debieran conducir el ejercicio del periodismo, impedir que se desmorone el imperio que fueron construyendo a lo largo de los últimos 35 años.

Hoy es el gobierno actual, pero hagamos memoria, repasemos los archivos y veremos que los embates han sido siempre los mismos, quizás más sutiles, menos desembozados, pero con igual intención: conservar su poder y su hegemonía. No es entonces una pelea contra el kirchnerismo personalizado en un ex presidente y una presidenta, sino contra un proyecto que como ninguno cuestiona su poder a fondo.

En ocasiones anteriores, logró contener, evitar, presionar a los sectores que de manera muy débil, sin convicciones, pretendieron hacer lo mismo. Incluso descargó toda su artillería cuando vislumbraba que ese poder, su poder, podía ser puesto en tela de juicio. O cuando los intereses a los que responde históricamente entraban en una incipiente zona de riesgo, aún cuando no se advirtiera un ataque frontal. Sus maniobras tuvieron éxito y si era necesario empujar gobiernos, justificar muertes, silenciar o promover delitos, distorsionar e incluso mentir, no había reparos. Se hacía y se convencía de que estaba bien hecho.

Hoy, este grupo monopólico, ultraconcentrado y diversificado como pocos, enfrenta una situación que no previó ni en el peor escenario proyectado. Ahora debe vérselas con un panorama en el que los tiempos se le acortan de manera acelerada. Sabe que más temprano que tarde todo el castillo se desmoronará sin contemplaciones. Ante ello, pone en práctica lo que cualquier persona hace cuando ve que el final es casi irreversible: da manotazos de ahogado a diestra y siniestra. Busca desesperadamente un golpe de efecto que le permita revertir, aunque sea en parte, el escenario adverso.

Y en esa práctica no titubea, no duda ni vacila en exponer a las propias víctimas de una situación de la que, en principio no son culpables: los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Marcela y Felipe, a quienes se presenta de manera permanente como un preciado tesoro, son entregados como prenda de cambio y utilizados como herramienta innoble (permítaseme la verbigracia) en el campo de batalla donde la derrota es solo cuestión de tiempo.

La Noble Ernestina no solo busca desesperadamente evitar la caída estrepitosa de su imperio. Busca salvar su propio pellejo, su figura de carne y hueso, porque sabe que el resultado final no será gravoso para Marcela y Felipe sino para ella. Porque tras revelarse las identidades verdaderas de sus hijos adoptivos, deberá hacerse cargo ante la justicia de los delitos cometidos para quedarse con esas dos personas. Un panorama que le tiene reservado no menos de 10 años de cárcel. Y ante semejante alternativa no dudó ni un instante en exponer a sus hijos adoptivos en una solicitada que ellos simplemente firmaron (porque está clarísimo que ni la escribieron ni diseñaron) y, como frutilla del postre, ante las cámaras de Canal 13 y TN, en una manifestación de presión descalificadora y que desvirtúa por completo cualquier atisbo de cariño hacia ellos. La Noble Herrera juega con sus hijos como en una ruleta rusa, pensando que puede obtener algún rédito que la libre de lo que el destino le tiene inexorablemente deparado.

Al exponerlos públicamente, Ernestina está pidiendo a un sector de la sociedad un acto de piedad no hacia ellos, víctimas absolutas de toda esta penosa situación, sino hacia su propia persona. “Mírenlos, ellos son capaces de humanizarme, de concederme la credibilidad de la que carezco, de incidir en el costado sensible que toda persona tiene, aun bajo 7 capas de piel, para que observe lo que me ocurre con un poco más de caridad. Para que les digan con sus voces y sus gestos lo que no me creen a mi. Se los entrego con la esperanza de salvarme, porque yo ya los he salvado a ellos”. La indignidad llevada hacia los extramuros de la condición humana.

Esta actitud de esa mujer y todo su emporio, cuenta con el respaldo explícito no solo de su cuerpo de abogados y asesores sino de los empleados a sueldos (exorbitantes por otra parte) que le hacen el coro día tras día en los medios de su propiedad. En principio son todos y cada uno de los personajes que aparecen con foto incluída en el famoso afiche de la discordia y que se autodenominan periodistas independientes, a los que habría que agregar otra cantidad no menor de anónimos que seguramente colaboran de manera decidida en esta batalla con tal de salvar un empleo y un salario. Todos ellos saben que cuando sobrevenga la caída, también sufrirán las consecuencias inapelables. No habrá lugar para las elaboraciones discursivas en las páginas de sus publicaciones, en las pantallas de sus canales ni a través de sus radios. El crédito se habrá acabado junto con ellos. Hoy mismo, con la caída de las ventas y los niveles de audiencia, están gastando a cuenta lo poco que queda de ese cheque en blanco del que dispusieron durante tantas décadas.

Con Ernestina presa nada será igual. El emporio se salva únicamente con la impunidad que otorga el poder. Ellos lo saben. Pero lo que no saben es cómo recomponerse el día después. Tampoco saben que ese día marcará el final inapelable que impide cualquier tipo de reacomodamiento. El poder que les dio impunidad los hizo sentirse semidioses, a salvo de cualquier penuria terrenal. A Icaro le pasó exactamente lo mismo, y no hubo Dios del Olimpo que lo salvara. A ellos tampoco.

Marcelo Bartolomé

1 comentario:

Unknown dijo...

Marcelo,
Te conocí cuando estabas en R.10, te oía en las madrugadas y no podía creer que estuvieras allí. Luego en la radio de las Madres y de golpe no te escuché más y no sabía nada hasta que puse tu nombre en Google y apareció esta maravilla de blog, no termino de ir a los enlaces y me quedo colgada por horas...
Te felicito, lástima que esto no tenga más difusión, veo que no hay comentarios. No tengo palabras, en fin dejo aquí porque se está haciendo muy largo.
Un beso de corazón
Susan