No hizo falta ningún escenario especialmente preparado para la ocasión. No había necesidad. Hubiera sido extemporáneo, fuera de lugar, inesperado por otra parte. Mantuvo la expectativa tanto como lo quiso. Le manejo los tiempos a todos y hasta le hizo albergar a más de uno la esperanza de que se bajaba. Y esta tarde volvió a pegar uno de los volantazos a los que nos tiene acostumbrados y confirmo lo que todos esperábamos. Cristina anuncio que va por la reelección no en un acto preparado “ad hoc”, sino en uno en el que el marco fundamental fue la gestión. Y la verdad es que no podría haber sido de otra manera.
Si algo caracterizo a estos 8 años de gobierno kirchnerista y particularmente los casi 4 de Cristina ha sido la gestión. Desde la fatídica noche del 18 de julio de 2008, consumada la traición del personajito radical que es Cobos, y pasados los primeros momentos necesarios para reacomodarse, Cristina ha hecho de la gestión de gobierno una marca registrada. Marca que devino en indeleble luego de otra noche dolorosa y angustiante, la del 29 de junio de 2009, cuando la consigna que surgió de Néstor y que Cristina hizo carne fue la de “vamos por mas”. Desde entonces y hasta ahora, la gestión de gobierno fue, para utilizar el primer calificativo que me viene a la mente, vertiginosa. Hoy, Cristina, por el momento elegido para su anuncio, ha revalorizado de manera superlativa el concepto de gestión de gobierno.
Hay hechos de carácter simbólico que no pueden ser soslayados. Que marcan una impronta y que definen un sello personal, tanto desde la perspectiva del gobierno en su conjunto como de la presidenta en lo estrictamente individual. La famosa resolución 125, que derivo en el conflicto con el sector más reaccionario y conservador de lo que comúnmente denominamos “campo” y el impulso y posterior debate de una nueva ley de radiodifusión, así como su aprobación por amplia mayoría en el congreso de la nación, constituyeron los dos ejes dominantes del carácter eminentemente inclusivo de la gestión de gobierno de Cristina Fernández. No creo que haga falta explicar porqué considero a esas dos medidas de gobierno como profundamente inclusivas. Ambas iniciativas jodieron de manera profunda al establishment corporativo, más aún que la reestatizacion de los fondos de los jubilados en manos de las AFJP, la decisión de pagar la deuda con reservas del Banco Central o la Asignación Universal por Hijo. Fueron acaso las medidas de mayor trascendencia porque tocaron directamente en el corazón de esos sectores dominantes que, por primera vez, sintieron una estocada certera que ponía en jaque claramente a sus factores de dominación. Los dueños de la tierra que sentían en carne propia el peso de la justicia distributiva y los dueños de los medios monopólicos que creyeron que estaban a salvo de manera perenne en el manejo de la información a su absoluto antojo. Todo lo demás era tolerable. Esas dos medidas no.
Cristina formalizó su anuncio de que va por la reelección en el medio de un acto de gobierno (léase “gestión de gobierno”) en el que profundiza de manera clara y contundente la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De ninguna manera fue un hecho casual. En todo c aso marca claramente cuál es el sentido último del proyecto que encabeza. Y sabe, claramente, que no hay mejor manera de asestar golpes contundentes allí donde más duelen en el momento oportuno. No hay inocencia en la elección del momento porque es una manera de seguir marcando la cancha, de reiterar por dónde va el carril de la lucha y, sobre todo, por donde seguirá discurriendo durante los próximos cuatro años.
Adoptada la decisión, todo lo demás no importa. No importa la imbecilidad senecta de Pino Solanas, no importa la soberbia de Duhalde, no importa la grosería resentida de Carrió y de Mauricio Macri, no importa la necesidad sicológica de negar la realidad de Graciela Camaño, Patricia Bullrich o Gerardo Morales o la manifiesta pusilanimidad de Ricardo Alfonsín cuya gravedad ha de haber hecho que su padre se remueva de indignación en su tumba. Saben que serán los derrotados inexorables de octubre. No tienen ni pueden hacer o decir otra cosa.
Capítulo aparte merecen los mercenarios del denominado periodismo independiente que tendrán que ir pensando desde ahora que harán con sus vidas profesionales a partir del 23 de octubre próximo. Y no me refiero indirectamente o solamente a las plumas consagradas de los medios en los que trabajan sino también a los secuaces que por un cheque mensual más o menos importante se someten indignamente a los dictados de sus patrones de ocasión. El próximo post estará plenamente dedicado a esos pedazos de mierda que se escudan en el presunto “cumplimiento de órdenes” o en el argumento de “preservar sus fuentes de trabajo” porque ya es hora de mencionarlos con nombres y apellidos.
Mientras tanto celebremos. Más allá de las dudas o los sobresaltos, Cristina es candidata a la reelección en octubre. Preparemos las copas para brindar por el país con el que durante tanto tiempo soñamos. A partir del 10 de diciembre de 2011 comenzarán otros 4 años de gestión que permitirán profundizar un modelo de nación anhelado por millones de argentinos. Las batallas por librar serán tan o más duras que las anteriores. Pero la fortaleza de espíritu forjada durante estos 8 años de gestión kirchnerista permite avizorar un horizonte combativo pero sólido a la hora de enfrentar a los enemigos de siempre. Ya los conocemos claramente. Ahora llega la hora de enfrentarlos con mayor embate y entereza. No hay otro destino final que la victoria. De nosotros, no solo de Cristina, depende alcanzarlo.
Marcelo Bartolomé